lunes, 22 de diciembre de 2014

La capital, el capital.

El viernes salimos. Caminábamos por el centro camino al teatro y le pedí que se detuviera  un instante y que intentara sentirse extranjero por un rato. Que tratara de mirar todo como si nunca lo hubiese visto.
Coincidimos en que es hermosa la ciudad en la que vivimos. Que de noche las luces de los carteles, edificios, autos forman un paisaje imponente.

Sin embargo, ¿cuánto me puede durar?

Estamos a 22 de diciembre. La calle es un caos, la gente está en caos. Corriendo, gastando guita a mansalva, como si fuera la última navidad de sus vidas.

Están todos en la calle y a mi me desespera.
No los soporto. No te digo que los odio, bah... puede ser.

Ahora vendo 45 horas de mi vida por semana  a una nueva empresa. No puedo quejarme demasiado ya que, por ejemplo, tengo tiempo de escribir en el blog... Pero me cuestiono aún las mismas cosas. Y ya no tanto para afuera, comprendo que son elecciones.. Para dejar de quejarse, hay que tener en claro qué se quiere.

Si sabes hacia donde vas, valdrá la pena.