Sali de charlar con ese que me hace reír, llorar y
reflexionar
Caminé. Caminé hasta entender que no importaba cuánto
caminara, la ciudad no me servía de compañía.
Gente en demasía, por el invierno y eso de las
vacaciones.
No, no es que no me guste la gente, pero es que cuando
necesito pensar o dejar de hacerlo, camino sin mirar, estoy sin estar. Traslado
mi cuerpo en una sola dirección, con una musiquita elegida sonando en mis
oídos, y las personas, los semáforos, los autos, los empujones, los apuros..
Todo interfiere.
Sin embargo caminé. Riendo, llorando, con miedos. Bajé y
subí escaleras. Y después de un rato, lo encontré a él. El de la casa con
colores, el de las emociones a flor de ser, y entendí todo.