Entraban por la ventana, entre las tiras de la cortina del living
algunos rayos del último sol de esa tarde.
Hacía frío y él me envolvía con un brazo por la cintura
y otro sosteniendo mi cabeza desde el cuello.
Sonaba este tema y yo cantaba:
"No contestas y desapareces, severamente"
Entonces largué una carcajada y le juré que no había puesto esa canción adrede,
pero qué bien cerró la tarde.
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