Se declaró demente.
Se declaró.
Y pensó que con eso bastaba.
Qué ilusa. Sólo por soportar un poco
ese desorden y la desprolijidad.
Pensó que era suficiente con decirlo,
aunque no necesario,
pero debía alcanzar.
y el silencio,
y las tildes.
y una declaración en vano.
Ella siempre pensó en eso,
en ella,
hasta que lo vió.
Era el ego devorándole la piel.
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