martes, 11 de marzo de 2014

Ese calorcito de vos en mí.

Alguien murió.
No sé quién, pero lo conozco.
Podría ser su hermano. Tengo la sensación de que es su hermano.
Yo estoy ahí, en el velorio, aunque no sé bien por qué. Supongo que porque tengo que estar.
Es de día. La sala tiene pisos de cerámicas grises y brillantes, entra mucha luz de sol, pero no sus rayos.
Hay mucha gente joven. Y flores rojas con muchas hojas verdes.

Después de habernos ignorado todo el tiempo, que bien podrían ser unas horas de la mañana,  lo veo sentado en el piso con las piernas estiradas y una tristeza contenida. Entonces me agacho y en cuclillas le acaricio la cabeza, le acaricio la espalda, me mira buscando un abrazo que lo envuelva, apoya su cabeza en mi pecho y lo rodeo con mis brazos. Así nos quedamos un largo rato. Él respirando y mordiendo fuerte, peleándole al llanto.

Seguimos sin mediar palabra.
Su cabeza en mi pecho, tenerlo abrazado me reconforta. Está por fin dejándome acompañarlo.
Se recuesta un poco más, ya no lo abrazo pero queda reposado en mí, abrazando mi brazo izquierdo.
Se acerca su mamá. Me da un beso, le da otro a él y se despide.

Y no recuerdo más del sueño. Pero me desperté con unas ganas tremendas de abrazarte fuerte y no soltarte por un rato. Y con la sensación de que estuviste durmiendo en mi pecho toda la noche, así... como si me hicieras falta.

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